La palabra que está en boca de todos
Las empresas enfrentan dilemas de costos, déficit de infraestructura, inflación, falta de crédito y una alta presión fiscal, lo que afecta su capacidad productiva; las herramientas que puede aportar la lógistica en este escenario
La mencionan los empresarios e industriales, pero también los políticos y analistas. Hasta el presidente Mauricio Macri la repite incesantemente, la competitividad es más que la palabra que todos incluyen en sus declaraciones, es la clave para el desarrollo de la economía argentina, la única manera de sacar adelante un mercado estancado y con dudosas perspectivas internacionales. Que esta característica esté en boca de todos no es una buena señal. Como tampoco es lo es la demanda permanente de inversión en infraestructura de transporte o la mejora en la eficiencia y costos de los servicios logísticos, pilares básicos para la competitividad de la industria.
Para ser un país competitivo hay que generar un ambiente de negocios con empresas que se expanden y compiten globalmente, atrayendo inversores, creando empleo y utilidades, siempre en un marco de respeto por las normas internacionales.
«En países desarrollados se habla a diario de competitividad, la promueven cada día, porque saben que cuanto más competitivos son, mayor ingreso per cápita y más equidad habrá en su población», explica Alberto Schuster, director de Competitividad en Abeceb. En la región, países como Chile o Colombia lo han internalizado, pero en la Argentina «no se hablaba de este concepto precisamente por la implementación de medidas que no respetaban normas internacionales. Pero la baja en la competitividad del país no es propia del último gobierno, sino que se registra desde mitad del siglo pasado, cuando eramos un 50% competitivos respecto del 100% que representaba Estados Unidos. Desde entonces, caímos por debajo del 30%», reconoce.
La mayoría de países y especialistas entienden que la competitividad puede ser medida de dos formas: cuando la Nación ofrece condiciones aptas para competir globalmente, y a través de los costos o precios, donde la competitividad es igual al corto nominal laboral por hora trabajada, dividida por el nivel de productividad.
«Para la Argentina es muy difícil bajar sus costos laborales, salvo vía impuestos por lo que no queda otro camino que subir la productividad, que se duplica cada 10 años. Y nosotros no mejoramos nuestra productividad sino que la disminuimos durante años, por lo que no somos virtuosos a nivel estructural ni de costos», advierte el especialista.
Por su parte, Marías Tombolini, economista y profesor de la Universidad de Buenos Aires, recomienda tener una cuenta que «la competitividad va ligada a la productividad o es su consecuencia directa». Esto significa que, dada una cantidad de recursos, se puede generar mayor productividad. «Un operario alemán gana más que un español por competitividad; por la posibilidad de, a iguales recursos, producir mejor y agregar valor».
Según el economista, «ahí es donde cobra relevancia la logística, en esa idea de agregar valor, aumentado la competitividad mediante mejores costos o generando estructuras que aprovechen conexiones intermodales que favorezcan la disminuciòn de los costos de productividad».
La logística, como el resto
Entre la variables de medición de la competitividad, la logística es una parte relevante, sobre todo si se considera su infraestructura. Según el último ranking de desempeño logístico del Banco Mundial, entre 160 países , la Argentina aparece en el puesto 60. Qué mide el ranking: la eficiencia en los procesos de despacho de aduana, la calidad de la infraestructura, de los servicios logísticos o la frecuencia y tiempos de transporte.
La mayoría de los expertos coincide en que el país va tan mal en logística, como todos los demás aspectos. En cualquier caso, justifica Schuster, «el problema del país no pasa exclusivamente por la logística sino que repite falencias en todos sus sistemas: es un país burocrático, de baja productividad y con costos laborales que deberían ser los de un país con mucha más productividad para justificar costos».
Sin embargo, Hernán Sánchez, presidente de la Asociación Argentina de Logística (Arlog), reconoce en que las últimas décadas, el país perdió competitividad logística: «Cuando la capacidad instalada de un sector choca con un cuello de botella de otro se genera ineficiencia y retrocedemos en el acceso a los puertos o camiones demorados para pasar por un escáner que no funciona».
Por ahora este retroceso no dejó al país fuera del mapa.»Por sus virtudes, la Argentina sigue siendo competitiva, sólo que sus ineficiencias le achican los márgenes de utilidad que es lo que debería terminar impactando con beneficios en el terrreno social», asegura.
Al respecto, coincide Jorge López, presidente de la Cámara Empresaria de Operadores Logísticos (Cedol): «Para que la logística favorezca a la competitividad del país , como reclaman algunos sectores, la actividad necesita de infraestructura, planificación, inversión en tecnología y costos adecuados para operar. Muchas veces se toma al camión como un óbstaculo en las calles y no como una herramiento de abastecimiento. Establecer zonas u horarios de distribución en microcentro o prohibiciones para circular en rutas impacta en los costos y, por costos y, por ende, en la competitividad».
Regulaciones, costos e inversiones
Los empresarios logísticos tiene en claro los factores que afectan la competitividad. «Décadas de falta de inversión en infraestructura vial, portuaria y ferroviaria contribuyeron a la caída de la competitividad global del sector logístico argentino. Y políticas de restricción, incrementos de costos de mano de obra en dólares o una errática política en combustibles, no hicieron más que agravar esa situación», sostiene Marcelo Ormachea, gerente general de Celsur Logística.
«El sector industrial en la Argentina es poco competitivo por diversas causas», aporta Eduardo Battista, CEO de Plaza Logística, entre las que destaca «la elevada presión fiscal y regulatoria, los altos costos logísticos, la ausencia de financiamiento y la falta de inversión en infraestructura, equipamiento y tecnología».
Entre los principales impedimentos para salir de este escenario Batistta destaca «cuestiones macroeconómicas básicas y fundamentales, como la inflación, que destruye la moneda, el sistema financiero y en consecuencia, la inversión». Pero además «esta fuertemente limitada por las presiones fiscales y regulatorias» la creación de nuevas empresas proveedoras de servicios e infraestructura logística e industrial, necesarias para dotar al sector de mayor dinamismo e innovación, destaca.
En ese sentido, ormachea agrega otros factores como «la falta de una infraestructura integral e integrada, limitaciones de crédito para inversiones de largo plazo, creciente conflictividad gremial y sectorial derivada de legisladores más restrictivas y la falta de seguridad jurídica específica en el sector. Todo ello, junto con la inestabilidad macroeconómica cíclica que sufre el país conspira contra la competitividad logística argentina».
Todos coinciden en que favorecer la competitividad de la logística impacta favorablemente en la del país, debido a que la actividad atraviesa al resto de los sectores productivos del país.
«El rol de la cadena de abastecimiento es fundamental no sólo por la mejorea de la productividad y optimización de los estándares de calidad que genera, sino por su alta incidencia en los costos y la cadena de valor de todas las compañías», confirma López. Aunque, reconoce que si bien el sector es muy heterogéneo, en general gran parte de sus empresas no está en condiciones financieras de afrontar los desafíos que requiera una mejora de la competitividad: «En algún momento el sector estuvo mejor, con una relación de costos-tarifas más conveniente, pero en estos momentos la actividad está bastante golpeada», sentencia.
Peso Fiscal
Para Schuster, las empresas logísticas podrán impulsar la competitividad en la medida en que se les den las chances y herramientas para hacerlo:»Si a cualquier actividad la cargaste de impuestos, por mas preparada que esté la industria nunca será rentable. Si los salarios subieron que no se corresponden con la productividad que generan, vas a pagar los salarios pero no vas a invertir en camiones».
De todas formas, recomienda:»Lo que debemos hacer es empezar a modificar la estructura, la infraestructura y los procedimientos. Preguntarnos si está bien ubicado el puerto, si conviene que los camiones crucen la ciudad o si es beneficioso hacer miles de procedimientos para sacar una mercadería del puerto. Estas son las cosas que hay que trabajar».
Fuente LA NACIÓN